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The Vintage Male Of Felix d'Eeon |
Cuando
camino por el bosque a la salida del colegio todo es feliz: hasta el olor a
caca de perro, de loco, a miados de gato que invade el trecho son felices. La
naturaleza y la tranquilidad son un favor de la sombra que se ha aposentado
desde la madrugada primaria en que te conocí y me enseñaste a amar. En la
pre-noche ese camino me lleva a la estación de buses, los moto ratones se
lamben por varios pasajeros y ofrecen sus servicios con penoso disimulo. El
semáforo es benevolente, da un poco más que el tiempo preciso para cruzar la
calle sin afanes.
Cuando
camino por el bosque de tu casa, a escondidas, recordándote, empiezo a sentir
el pellizco que me diste arriba de la tetilla que está al lado del corazón. Se
enardece el pellizco que pretendía ser éxtasis en mi tetilla,
congelada de sólo endurecida. Ahora, el pellizco es más que recuerdo y recojo los pasos de nuestro juego y
nos veo bajo el árbol más cercano a la esquina: cubriéndonos y descubriendo
nuestros sexos, masturbándonos, viniéndonos, mirándonos en contra-plano, en la
libertad líquida; los torrentes de libertad líquida se secan ahora en el prado
del andén a la orilla del conjunto de edificios oscuros.
En los caminos
boscosos, te recuerdo porque el viento no es el mismo, si es noche o es agua
que nos rodea o es sobre piedra sentados o sobre raíces de árbol aguantando
nuestro peso de pie en caída libre bajo mañanas boscosas o noches líquidas, son
tus ojos y sólo mis ojos los que parpadean viéndonos bajo la sombra que se ha
aposentado desde la mañana primaria, la madrugada primaria, la noche primaria
en que nos conocimos y aprendimos a amar, libertad líquida de nuestros cuerpos en función infinita.
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