viernes, 10 de junio de 2022

Aquí no hay quien viva

Tomado de https://www.lamag.com/mag-features/alpine-county-gay-liberation-front/

Mi plataforma creativa va de hablar sobre el colectivo LGBTIQ, la identidad de género y, por lo tanto, de las violencias que vivimos quienes nos identificamos dentro de ella. He llegado a pensar que no me gustaría escribir solo acerca de estos temas (en realidad, siempre escribo de muchas más cosas). Sin embargo, conforme pasan hechos de discriminación y de cruda violencia, más corroboro lo importante que resulta hacerlo.

En nuestro país, este año se han presentado actos violentos en contra de hombres gay, y los de siempre en contra de mujeres trans. Estos actos hablan de cuerpos que han sido torturados hasta causarles la muerte. Pasar por alto estos crímenes es obviar: que se está dando una especie de persecución en contra de comunidad diversa, pues los casos no son aislados (aunque se hayan dado en ciudades y en fechas distantes); y que todo obedece a una motivación de odio que busca erradicar a las personas con identidades no hegemónicas, como si se tratara de una plaga.

La cuestión de que a la fecha casi el 95% de las muertes en contra de comunidad diversa se mantengan impunes, es muestra de lo irrelevante, que resulta para la sociedad, la violencia y el odio en contra de comunidad LGBTIQ. Lo que además es respuesta de la falta de consciencia acerca de la vida de las otras, otros y otres, de la falta de cuidado que se tiene hacia la vida de cualquiera.

Esa barbarie en Colombia es comprensible, teniendo en cuenta que a diario asesinan líderes y lideresas que luchan sin descanso por sus comunidades. Esa falta de empatía es comprensible, pues a la fecha han muerto aproximadamente 900 niñas y niños en nuestro país. Sí, aquí, en nuestro país. Donde a diario, dentro de las mismas familias, vecindarios, comunas, barrios, calles, instituciones públicas o privadas, se persigue y se señala a quien se muestre contrario a las políticas de control social y económicas.

Esa misma violencia por prejuicio se presenta en los países del primer mundo. Los crímenes de odio no excluyen la cultura avanzada o el desarrollo económico de las naciones. Donde no encarcelan, ahorcan frente al pueblo a quienes no alcanzan a esconderse de las prohibiciones que se proclaman en varios países fóbico-diversos, con el fin de exterminar a quien cruza las fronteras de lo heteronormativo.

Nacer diferente y decidirse abanderarse de lo monstruoso, por acuñar al filósofo trans masculino Paul Preciado, o a la poeta trans chilena Claudia Rodríguez, debe ser motivo de orgullo y gallardía, de coraje e intrepidez, puesto que acá mientras unos te aplauden la valentía de ser, otros aceptan tu diferencia por lástima; o, en otras instancias, te añaden a sus grupos porque les sirve como bandera de inclusión. Todo es de dientes para afuera. Ese es el altruismo con el que se mueven muchas personas a nuestro alrededor.

Es comprensible, si partimos de la idea de que quienes nacemos diversos, somos educados de tal modo arbitrario, que al presentarse la disyuntiva de una identidad desconocida en nuestras vidas, llegamos a rechazar lo que somos. Y, en esa medida: cómo exigir el respeto de parte de quienes, ni siquiera a diario, viven la reconstrucción del ser, pensar o hacer con el que han sido criados (es tu problema estar dentro de esta generalidad). Y, aunque pueda ser difícil, tengo claro que es imprescindible aportar para vivir buena parte de lo que solo se considera una utopía. O, sino, al menos abrir caminos de libertad para el futuro.

P.d. A la fecha vivo parte de la utopía pues muchísimas personas LGBTIQ, históricamente y en la actualidad, han aportado desde diversos frentes a que personas como yo vivamos un “paraíso”. A todxs ellxs: millones de gracias.