domingo, 24 de abril de 2016

A la orilla del andén ©

The Vintage Male Of Felix d'Eeon

Cuando camino por el bosque a la salida del colegio todo es feliz: hasta el olor a caca de perro, de loco, a miados de gato que invade el trecho son felices. La naturaleza y la tranquilidad son un favor de la sombra que se ha aposentado desde la madrugada primaria en que te conocí y me enseñaste a amar. En la pre-noche ese camino me lleva a la estación de buses, los moto ratones se lamben por varios pasajeros y ofrecen sus servicios con penoso disimulo. El semáforo es benevolente, da un poco más que el tiempo preciso para cruzar la calle sin afanes.

Cuando camino por el bosque de tu casa, a escondidas, recordándote, empiezo a sentir el pellizco que me diste arriba de la tetilla que está al lado del corazón. Se enardece el pellizco que pretendía ser éxtasis en mi tetilla, congelada de sólo endurecida. Ahora, el pellizco es más que recuerdo y recojo los pasos de nuestro juego y nos veo bajo el árbol más cercano a la esquina: cubriéndonos y descubriendo nuestros sexos, masturbándonos, viniéndonos, mirándonos en contra-plano, en la libertad líquida; los torrentes de libertad líquida se secan ahora en el prado del andén a la orilla del conjunto de edificios oscuros.


En los caminos boscosos, te recuerdo porque el viento no es el mismo, si es noche o es agua que nos rodea o es sobre piedra sentados o sobre raíces de árbol aguantando nuestro peso de pie en caída libre bajo mañanas boscosas o noches líquidas, son tus ojos y sólo mis ojos los que parpadean viéndonos bajo la sombra que se ha aposentado desde la mañana primaria, la madrugada primaria, la noche primaria en que nos conocimos y aprendimos a amar, libertad líquida de nuestros cuerpos en función infinita.