martes, 3 de junio de 2014

Resonancia Segunda ©

Ilustración: Dawid Ryski


Existen estilos de vida para todos. Son tan cercanos a nosotros como los productos mismos del consumo diario. Como visitar los centros comerciales para fantasear con objetos bellos y costosos o como verlos acomodados y bien alineados en los estantes de los supermercados. Por esto es importante entender que el estilo de vida que escogemos para vivir de forma individual, también lo compartimos culturalmente con otros. Ejemplo: hubo una vez un planeta en el que habían pocas mujeres y hombres tatuados, ellos eran una rareza, pero el planeta se super pobló y su originalidad y belleza se fue al trasto; ahora es más original tatuarse como lo hacen los jugadores de fútbol que como lo hicieron los integrantes de los primeros pueblos aborígenes de cualquier lugar del mundo. 

De esta manera, he comprendido quizá, que ciertos estilos de vida se han formulado a partir de las características más superficiales y complejas de personajes insignes de la historia de nuestra humanidad. Es decir, sus obras y vidas políticas, artísticas, filosóficas, religiosas y hasta sus enfermedades físicas y mentales se convirtieron hoy en un modelo a seguir. De ahí que veamos a uno que otro ufanarse de repetir la gran historia alocada de Poe, Plath, Winehouse, Jattin, Caicedo u otros tantos. Incluso, diría que nos encanta hablar con morbosidad de sus rarezas. De ahí que por estar pendientes de cómo hicieron o pensaron las grandes leyendas de la humanidad nos vamos olvidando de nosotros mismos para hacer cómo, pensar cómo, decir cómo, sentir cómo y así mismo con más fórmulas. 

Es divertido oír las voces y ver las poses de quienes leen a grandes novelistas conocidos o desconocidos. De quienes leen el pensamiento de grandes filosofos. De quienes mantienen de visita en los museos y en las inauguraciones de novedosas exposiciones locales o globales y así hasta el final. Algunos, no todos, se convierten en Pequeñas repeticiones de grandes mentes, mientras se quejan del Pretty Boy, de Farina, Silvestre Dangond, las Kardashian o Justin Bieber, mientras en sus pequeños mundos globalizados tienen por honor ocultar otros productos consumistas.

Pongamos por ejemplo a un músico que nunca se hace la pregunta -consciente- de si en realidad lo es porque está más pendiente de parecerse a Curt Cobain, Bono, Hendrix, Joplin, Nina Simone, Andrea Echeverry o a Andrés Cepeda, para así ocultar la dificultad de encontrar su propio estilo. Que, además, no es nada fácil de lograr. Al fin y al cabo, frente a uno mismo, por más que uno se bañe en rosas, se seguirá siendo el mismo a solas. Con respecto a los escritores se puede decir que los hay tímidos, otros reservados, quizá auto-suficientes, carismáticos, de pronto criminales y hasta ladrones. Es decir, la gama es alta. De los artistas, se dice por lo regular que son desinhibidos, su comprensión de la vida viene dada por sus altos niveles de sensibilidad y tienden a darse duro contra el mundo; y, aun así, entre ellos mismos existen diferencias abismales. Frente a estos últimos con certeza se dice que son vanidosos, mentirosos y manipuladores. Nada qué hacer: bien sabemos que hay muchos que deciden casarse con las definiciones.

Desde la epidemiología, es decir, desde el discurso de la salud mental y física, se explica que los estilos de vida tienden a desgastar el cuerpo, agotar la mente y se olvida alimentar al corazón. De ahí que sea recomendable cuestionar la “comodidad-conformidad” de la imitación. Tratemos de entender de algún modo desenfadado que no es lo mismo tomarse la cicuta hace 2400 años cuando lo hizo Sócrates, que repetir tremendo performance en la actualidad.

Ya es bastante complicada la labor de desenredarse uno mismo, como para tener que detenerse a desenredar la pita por haber adquirido el comportamiento de otros y sólo porque teníamos la necesidad de pertenecer y ser aceptados. Recordemos que el punk no está muerto pero hasta al punk le toca parar con una vida tóxica emocional y física para continuarla viviendo más aterrizado ¿O tanto ego tenemos y tan cargados estamos de orgullo como para dejar lo que nos hace daño, sólo por ser fieles a sí mismos? Descreo, por completo de que eso sea amor propio. Si el cuerpo y la mente hablan por uno mismo, no puede ni debe uno contradecirse. 

Por ejemplo,  aquello de la neurona espejo también funciona con las ideas y en el mundo del arte podemos encontrar las más bellas ideas saliendo de las alcantarillas. Eso no quiere decir que vaya a repetir la vida tóxica de esas mentes brillantes. Puede ser entonces que deba discernir que la inteligencia y el espíritu se encuentren totalmente separados, por lo que la intuición de la última, que tiene una llama más fuerte, deba permanecer por encima de la lógica y la razón de la primera. A mi modo de ver eso es lo que ha creado tanta belleza entre nosotros. Quizá, sólo los elementales en conjunto y no por separado, más unos buenos tiempos de silencio, nos ayuden a entendernos mejor para caminar nuevas rutas que nos lleven a un feliz retorno.

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